viernes, 17 de diciembre de 2010

Bipolar

Ayer, hablé con ella, estaba melancólica, ausente y con la mirada inerte.
-¿Qué te pasa?- le pregunté preocupada.
-Nada.- me dijo sin apartar la vista de la ventana.
-Venga, sabes que puedes contarmelo, siempre te he ayudado, ¿por qué no iba a hacerlo
ahora?.- le dije mientras sonreía.
-Es él.- seguía sin apartar la mirada.
-Pero, ¿no iban bien las cosas?, ¿qué ha pasado esta vez?.- Empecé a preocuparme...
-Me he dado cuenta, de que siempre lo hace...- Una lágrima se deslizó sobre su carnoso pómulo.
Entonces ya eufórica e inquieta la cojí del brazo.
-¿Pero qué? ¡Deja de darme largas y habla de una vez!.- le grité.
-Me utiliza, me usa y luego me deja unas semanas, como si fuese un juguete viejo, más tarde
me recoge del baúl y me da cariño.- dijo con la voz temblorosa.
La solté del brazo y la manga de su fina camisa se elevó, dejando al aire arañazos o cortes que
estaban en su muñeca.
Entonces, la ira, la rabia, el dolor y más sentimientos similares, recorrieron mi cuerpo
de arriba a bajo sin dejarse ni un solo lugar, acto seguido, me remangue la vieja sudadera,
puse una mano en la pared y con la otra, empecé a golpearla fuertemente.
-¡Basta, basta! ¡déjalo ya!.- Gritaba con su angelical voz, pero la ira me cegaba y hasta que
no me sangraron los nudillos no paré.
-¿Por qué lo has hecho?.- Susurraba entre sollozos.
-Porque no aguantaba más, no puedo verte así, lo que ese hijo de puta hace contigo no está
bien, ¿tú te has visto?, todo lo que estás haciendo por él...-
-Pero, es mi vida, no te ha de importar lo que haga.-
-Sabes, a veces no sé ni por qué me molesto en protegerte, yo, hago todo lo que puedo para
que estés bien y tú lo único que haces es tropezar y errar.- Una lágrima resbaló accidentalmente
por mi mejilla.
-¡No hace falta que me protejas de nada, yo se cuidarme de mí misma!.- Gritó
-Pero, ¿como puedes ser tan ingenua?, si sigues viva es gracias a que tu madre y yo nos preocupamos
por tí, si no fuese porque te obligamos a comer, ¡ya estarías muerta!.- Le dije sin compasión.
Entonces ella habrió la puerta y salió corriendo, ví que se adentró en el bosque, pero cuando
pasó los 4 primeros arboles, la perdí de vista en la oscuridad.
Y esto es lo único que consigo recordar, antes de haberme despertado aquí, en la habitación
de este hospital.