domingo, 10 de abril de 2011

El despertar.

"No te vayas por favor, ¡no lo hagas!"
- ¡Ah! - grité mientras me sobresaltaba de la cama.
- Maldita sea, ese sueño otra vez, ¿por qué me persigue? - dije entre sollozos, me arrodillé en el suelo,
cogí a Noa (mi oso de peluche de la infancia) y me puse a llorar mientras recordaba aquel tormentoso sueño.
Tras diez largos minutos de llanto, sonó el antiguo teléfono de la abuela, (era un teléfono de pared con contestador, de los primeros
que sacaron en aquel entonces, tenía el tamaño de una caja de zapatos y era de color negro, no tenía botones
para marcar los números, si no una ruedecita con un brillo dorado, como si se tratase de pan de oro).
Me alcé del suelo lo más rápido posible para contestar pero cuando estaba apunto de cogerlo, colgaron, al
instante saltó el contestador automático y se reprodujo un mensaje.
- Cariño, sé que te gusta dormir más que a nadie, pero haz el favor de venir ya a la comisaria, Brad quiere hablar
contigo y no está muy de humor, hemos averiguado algo sobre la desaparición y tiene que ver con la persona
de tus sueños.- Era la voz de Erick, el típico policía rubio, de ojos azules, y fuerte al que toda mujer de la ciudad
deseaba dar caza, pero este era más astuto que ellas, (para mí era un amigo de copas, le conocí una noche en un bar,
pero es una larga historia, que ahora no interesa).
En cuanto terminó de reproducirse, me vestí lo más rápido posible, me puse unos vaqueros cortos grises, y una camiseta vieja
que tenia a los pies de la cama, cogí las llaves de casa, y salí como alma que lleva el diablo.
La comisaria estaba una calle más abajo de donde yo vivía, lo cual no suponía un problema de distancia, al paso que iba
en menos de cinco minutos ya estaba allí, por el camino, iba pensando en cual sería la extraña relación del sueño
con el desaparecido.
- Vaya, vaya, la princesita ha llegado ya.- dijo con tono irónico Brad mientras caminaba hacia él.
- Brad, déjate de bromitas y dime que sabes.- le puse gravedad al asunto con mi tono de voz.
Me miró con sus ojos serios y viejos, y en un suspiro, soltó dos palabras. - Tu melodía.-
Asombrada y confusa le respondí - ¿Mi melodía? -
- Sí, aquella que a veces tarareas cuando recuerdas el sueño...-
- ¿Qué tiene que ver con él?-
- El mensaje cifrado que nos dejó, conseguimos averiguarlo, y era la letra de una canción.-
- No puede ser la misma, a ver. -
Cogí el folio, tomé aire y procedí a leerlo, segundos después, leí algo que me paralizó por completo,
perpleja, solté el folio, y entre murmullos de pensamientos y suspiros de terror, dije.
- Es él. -

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